Este malestar surge, ya sea por el peligro asociado a un viaje de un punto a otro de la ciudad, la incomodidad que sentimos mientras nos trasladamos al destino deseado, el servicio descortés y hasta vulgar que recibimos, la suciedad de las unidades, el tiempo valioso que perdemos de forma inútil, entre otras cosas, siempre tendremos más de una queja con respecto al tema. Así sentimos que éste tiene total validez y que alguien debe corregir el problema que nos afecta. La alcaldesa, el presidente, los congresistas, los empresarios, los choferes o los cobradores. Alguien debe hacer algo por nosotros.
Miramos a los transportistas como seres humanos incorregibles que no quieren hacer algo por mejorar el transporte y que deambulan insensiblemente en sus carros buscando llenarlos de pasajeros, casi colgando de las unidades. Ellos son una parte del problema.
Según un estudio que llamó mi atención, pasamos aproximadamente entre tres y seis años de nuestra existencia usando el transporte público, por lo tanto es parte de nuestras vidas y no podemos ser indiferentes ante ello. Es nuestro deber como parte activa de la sociedad fijarnos como objetivo el evaluar qué sucede realmente detrás de este servicio y proponer una solución integral.
No solo debemos centrarnos en cifras y estadísticas, sino que debemos analizar otros aspectos, como la historia de Lima en las últimas décadas. Remontándonos en la historia, Lima tuvo un crecimiento demográfico de forma desordenada que terminó por desbordar cualquier plan pensado en esta materia. No se tomaron en cuenta factores como la gran inmigración desde pueblos del interior del país en las décadas del 70 y 80 que dieron origen a los llamados “conos”. Estos pobladores que construyeron sus precarias viviendas en los sectores más alejados de la ciudad, se trasladaban hacia el centro de la ciudad y alrededores para cumplir con sus labores, lo cual incrementó su necesidad de transportarse en trayectos largos que en muchos casos, atravesaban Lima de un punto a otro. Esto desbordó la oferta de transporte brindada, sin brindarse una solución efectiva que cubriera esta demanda por parte de las autoridades. La inacción del Estado al no poder encontrar una solución efectiva hizo que durante la época del presidente Fujimori, empezaran a circular vehículos de uso masivo en rutas que no se habían tomado en cuenta, las nuevas facilidades originaron informalidad en la creación de nuevas empresas que se aprovecharon de los vacíos legales en la materia.
Muchas empresas que se originaron no tenían una flota de vehículos propios, así que mantenían tratos con los dueños de los vehículos y así se desligaban de las responsabilidades vinculadas con los choferes y cobradores que hacían uso de estos medios de transporte. Con este sistema, si ocurre un accidente de tránsito con heridos y muertos, no se puede inculpar directamente a la empresa a la que se le ha concesionado la ruta en cuestión porque no era propietaria de los vehículos y tampoco cubría los daños que se daban.
Eventos como el anterior son indicios de la distorsión que se da en todo este sector, lo cual termina afectando a los mismos choferes y cobradores que terminan siendo víctimas del sistema al cual pertenecen. Un sistema bajo el cual no tienen los beneficios laborales que deberían percibir. Realizan sus actividades diarias bajo la premisa que deben generar los mayores ingresos posibles sin importar los medios que se utilicen para lograrlo. Muchos no lo saben, pero los choferes y cobradores en su mayoría no reciben un sueldo fijo mensual, sino que perciben una comisión de los ingresos monetarios que reciben por el cobro de los pasajes. Eso hace que privilegien el fin sobre los medios para lograrlo, siendo esa la explicación sobre el porqué realizan maniobras temerarias en las autopistas, sobrepasen el límite permitido de personas que deben ir en un vehículo, no paguen las multas con las que se le sanciona, entre muchos otros hechos similares que encontramos deplorables.
Como dije inicialmente, la mayoría de nosotros culpamos del caos en que se encuentra sumido el transporte público a los transportistas, pero también hablamos de las autoridades, las cuales sentimos no realizan de forma correcta las funciones para las cuales se las eligió como nuestros representantes. Los sentimos indiferentes a esta situación. Hay muchos organismos involucrados en este tema, pero la cara más visible es la de la Municipalidad Metropolitana de Lima que es la que los transportistas refieren cuando se les interroga como la autoridad más próxima a ellos, es la que vela por el ordenamiento del sector en la ciudad de manera más directa. En las últimas décadas, este organismo ha dedicado mayores esfuerzos a otros campos de su competencia dejando de lado la tarea de resolver este caótico tema, que nadie sabe como afrontar . Ello porque enfrentarse a los gremios de transportistas genera riesgos políticos que las autoridades no quieren asumir y a lo más, se ha recurrido a dar ordenanzas y normas que sólo solucionan temas menores y no el de fondo.
Tampoco contamos con los funcionarios idóneos que supervisen las ordenanzas o normas. Y así seguimos con la pregunta sobre quien debería ayudarnos y que se puede hacer si las autoridades no logran encontrar la solución y los transportistas siguen trabajando en medio de la informalidad y el caos.
Un caso digno de mencionar es también el de los taxis, la informalidad también ha ganado su espacio acá. Cualquier persona puede manejar un auto, poner un letrero y salir a recorrer las calles de la ciudad sin mayor control. Y es así que han surgido los asaltantes y delincuentes, que se escudan en este oficio, para llevar a cabo sus crímenes. Mujeres y niños indefensos a merced de estas personas inescrupulosas.
Grandes esfuerzos se han hecho también en este tema, pero no hemos logrado tener un sistema de taxis a la altura de una gran ciudad, como lo tienen la mayoría de países, con taxis de un determinado color, muy bien identificados, con choferes empadronados, y con taxímetros que miden las distancias recorridas y marcan la tarifa justa. Necesitamos que nuestros ciudadanos y nuestros turistas puedan sentirse seguros al tomar un taxi, y no estén expuestos a grandes peligros.
Sin embargo creo que no todo está perdido en el tema del transporte en Lima. En los últimos años hemos visto que hay cosas que pueden hacerse mucho mejor en el tema del transporte, como por ejemplo el Metropolitano y el tren eléctrico. Con sus problemas y defectos, estos medios de transporte han venido a mitigar el problema, y nos sentimos más cómodos de viajar en un medio de transporte limpio, con horarios y un poco más ordenado. Pero estos dos medios son insuficientes, no dan a vasto para atender tanta demanda que existe hoy en día. Vemos como cada día las personas hacen largas filas por acceder a estos medios, y deben exponerse a viajar muy apretados, lo que causa que muchas veces incomodidad de parte de los usuarios del transporte.
Creo que es hora de mirar este problema desde la perspectiva de las personas, lo cual significa también ver el lado humano de los transportistas. Analizar como trabajan los transportistas y que se puede hacer por ellos para que trabajen en forma más tranquila. Mejorar el clima laboral en el que luchan día a día. Los dueños de las rutas deben también poner mucho de su parte para cumplir con las normas, y velar por las personas que son trasladadas por toda la ciudad en las unidades de transporte. Estamos hablando del bienestar y de la vida de muchísima gente. La formalidad debe pasar a ser una norma y que los beneficios vendrán así hayan muchos escollos al principio.
Debemos también ser conscientes que hay que cambiar muchas unidades de nuestras calles, que están viejas y malogradas, y que son un peligro, donde ya hemos visto que muchas veces tienen grandes desperfectos, principalmente en los frenos, causando graves accidentes, que ya se ha llevado muchas vidas.
A los transportistas también hay que educarlos y darles clases, las autoridades deben asegurarse que ellos sean personas idóneas, que tengan sus brevetes, que tomen clases, que se eduquen y se preparen, porque en sus manos están las vidas de millones de personas que se movilizan a diario.
Y finalmente, nosotros, cada uno de los que utilizamos los medios de transporte, debemos tomar conciencia que también somos parte importante del sistema. Debemos hacer respetar y respetar las normas. A veces, de manera consciente o inconsciente, favorecemos la informalidad y el incumplimiento de cosas tan básicas como el parar los micros en las esquinas o paraderos designados. Creemos que la unidad debe parar donde a nosotros se nos antoje, poniendo en riesgo nuestra propia vida. Y cuando somos maltratados por los choferes y cobradores, también debemos protestar por el mal servicio, debemos hacerle saber a ellos que no estamos conformes. Nuestra indiferencia no ayuda, debemos ir mejorando, poco a poco, debemos levantar nuestra voz de protesta cuando somos maltratados, o cuando los conductores corren a gran velocidad, poniendo en riesgos nuestras vida y la de los peatones, que podrían ser nuestros familiares. Debemos ser parte del cambio también. Terminamos por acostumbrarnos a lo rutina y el mal servicio tomándolo como ya dado y sintiendo que no podemos hacer nada.
Y después de analizar todos estos aspectos, volvemos a la pregunta inicial, ¿cómo solucionamos este problema? Por lo que analizamos, podemos concluir que es una tarea de todos, las autoridades, los transportistas, los choferes, los pasajeros. Todos somos parte de este problema, y todos debemos tratar de aportar con un grano de arena para la solución de este conflicto tan grande que a todos termina por perjudicar.
Sabemos que la Sra. Susana Villarán, Alcaldesa de Lima, está tratando de implementar reformas, esperamos que tenga buenos resultados y que sigamos así, poco a poco, dando pequeños pasos, que finalmente nos beneficien a todos.
A quienes han gestionado la creación del Metropolitano y el tren eléctrico, pedirles que amplíen los recorridos y pongan más unidades. Vemos que pueden hacerse cosas buenas, y algún día tener una ciudad mas ordenada y sin caos, y lo más importante, libre de tantos accidentes ocasionados por unidades informales y choferes que luchan por ganar pasajeros.
Miremos el futuro, en tema de transporte, con optimismo, y esperemos que las reformas que poco a poco se van dando, tengan sus frutos. Cooperemos en la medida de nuestras fuerzas, y esperemos que nuestras autoridades se pongan una mano al pecho y luchen por el cambio que tanto necesitamos.
Matias Moreno
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